sábado, 27 de agosto de 2011

en el autobus

Siempre que voy en el autobus estoy sola. No me molesta ya que miro a las personas libremente. Tengo una costumbre absolutamente ridícula, la cual es ponerle nombres a las personas que no conozco y me parecen interesantes de alguna forma.

Por ejemplo, hay una chica a la que he visto varias veces, ya que al parecer trabaja a la hora en la que yo estudio. Su cabello es rojo oscuro y es guapa. Le llamo Jean. Se que el nombre tal vez parezca estúpido, pero soy una freak así que, le puse así por que se me parece a la chica telequinética de X-men. No sólo en apariencia se me hace similar, sino en su actitud valiente... Digo valiente por que se ha subido muchas veces a un bus donde ya no cabe nadie. Y es allí donde radica la diferencia entre la Jean real y la de mentiras. Ella casi siempre está sonriendo.

Mi casi siempre.

Y en esos días. De nuevo. Como siempre. Siempre diciéndome que soy inútil. Que me calle. Que no puedo decir nada porque se vuelve loca.

Esta vez casi lloro en la calle.

Pero un sentimiento más fuerte se apoderó de mí. Al borde de la acera se posó mi desesperación. Miré los autos. No era miedo. Era un deseo inacabable. Entre más los miraba más quería hacerlo. Estuve a punto. Mis piernas querían con fuerza correr para ponerse en medio de la carretera. Así de fácil. Que volara hacia todos lados.que se terminara conmigo derramada en medio de la puta acera. Sencillo.